Coipú en España: una especie invasora que amenaza los ecosistemas

La historia del coipú en España comienza a mediados del siglo XX, cuando fue introducido en Europa con fines económicos. Su piel, gruesa y suave, era muy valorada en la industria peletera, por lo que se establecieron granjas de cría en distintos países europeos, incluida España. Sin embargo, algunos ejemplares escaparon o fueron liberados deliberadamente, y con el tiempo comenzaron a reproducirse en libertad.

Gracias a su alta capacidad de adaptación y a su dieta variada (que incluye plantas acuáticas, raíces y cultivos cercanos a zonas húmedas), el coipo logró establecer poblaciones estables en distintos lugares del país. Desde entonces, su expansión ha sido constante, especialmente en áreas con abundancia de agua dulce y vegetación densa.

La expansión del coipú en España se concentra principalmente en el norte del país, donde el clima húmedo y la presencia de numerosos ríos y humedales favorecen su establecimiento.

• Cataluña: es la comunidad más afectada por la invasión del coipú. La provincia de Girona es uno de los principales focos, con poblaciones consolidadas en los humedales del Empordà, el curso bajo del río Ter y el delta de la Tordera. Su adaptación a entornos acuáticos y la ausencia de depredadores naturales han permitido un crecimiento rápido, convirtiendo la situación del coipú en Girona en una de las más preocupantes de toda la península.
• Navarra: en esta comunidad, el coipú se ha expandido por los tramos medios y bajos de varios ríos, como el Arga o el Ebro. Las autoridades navarras han alertado del deterioro de las riberas y de la pérdida de vegetación de ribera causada por las madrigueras que excava esta especie invasora. Además, su presencia amenaza a especies autóctonas que dependen de los mismos ecosistemas fluviales.
• País Vasco: se han detectado poblaciones estables desde hace varios años, especialmente en zonas húmedas cercanas a los ríos Zadorra y Nervión. El coipo o rata nutria encuentra aquí un hábitat ideal, alimentándose de plantas acuáticas y cultivos cercanos. El Gobierno Vasco ha incluido a esta especie en sus planes de control de fauna exótica para evitar su expansión hacia nuevas cuencas.
• Galicia: aunque su presencia es menor, se ha detectado en la zona de Cabral, en el municipio de Vigo, y también en el entorno del río Miño. Aunque los registros son escasos, su aparición ha generado preocupación por el riesgo de expansión en los humedales gallegos.

El coipú ha sido incluido en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras^[1] debido a su capacidad de expansión y al impacto que genera sobre los ecosistemas locales. Se reproduce con rapidez, ya que las hembras pueden tener varias camadas al año con entre cuatro y seis crías cada una, y carece de depredadores naturales en la península ibérica.

Su comportamiento alimenticio también representa un problema: consume grandes cantidades de vegetación acuática, lo que altera el equilibrio de los humedales y reduce el refugio y alimento de otras especies autóctonas. Además, al excavar madrigueras en las orillas de los ríos, provoca erosión y deterioro de los márgenes fluviales, afectando tanto a los ecosistemas como a infraestructuras agrícolas y sistemas de riego.

En este sentido, el coipo o coipú no solo es un peligro ecológico, sino también económico, ya que puede causar pérdidas en zonas de cultivo cercanas a los ríos y dañar instalaciones hidráulicas o caminos rurales.

El impacto del coipú sobre el medio ambiente es notable y afecta tanto a los ecosistemas acuáticos como a la actividad humana. Este roedor semiacuático altera el equilibrio ecológico de los humedales y las riberas donde se instala.

• Pérdida de vegetación ribereña: al alimentarse de plantas acuáticas y raíces, el coipú provoca la desaparición de la cobertura vegetal que protege las orillas y sirve de refugio para aves, peces, anfibios y pequeños mamíferos. Esto disminuye la calidad del hábitat y la biodiversidad local.
• Erosión y debilitamiento de las orillas: las madrigueras que excava a lo largo de los ríos y canales desestabilizan los taludes, favoreciendo su colapso. En zonas donde las poblaciones son densas, estos daños incrementan el riesgo de inundaciones y la pérdida de suelo fértil.
• Alteración de los humedales: en algunos humedales del norte de España, se ha observado un descenso de especies vegetales autóctonas debido a la intensa actividad alimenticia del coipú. Esta presión ecológica modifica el paisaje y reduce la capacidad de los ecosistemas para regenerarse.
• Daños agrícolas: su dieta incluye cultivos cercanos a los cauces, como maíz o arroz. En áreas agrícolas del norte, donde su población es más abundante, estos daños suponen pérdidas económicas considerables para los agricultores locales.
• Riesgos sanitarios: el coipú puede actuar como portador de enfermedades transmisibles tanto al ganado como a las personas, entre ellas la leptospirosis. Este riesgo sanitario refuerza la necesidad de controlar su expansión y evitar su dispersión hacia nuevas zonas húmedas.

Las autoridades españolas, en coordinación con las comunidades autónomas, han puesto en marcha diferentes estrategias para frenar la expansión del coipú.

• Entre ellas destacan las campañas de detección y erradicación temprana, el uso de trampas selectivas y la vigilancia de zonas sensibles.
• El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) incluye al coipo en su listado oficial de especies invasoras, lo que prohíbe su posesión, transporte y liberación en el medio natural.
• Además, en regiones como Girona o Navarra se han desarrollado planes de control específicos con la participación de técnicos medioambientales y entidades locales.

Estas medidas buscan reducir las poblaciones existentes y, sobre todo, evitar nuevas introducciones. La colaboración ciudadana también juega un papel fundamental: avisar a las autoridades ante la observación de ejemplares puede ser clave para actuar a tiempo.

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