Globo meteorológico o sonda: qué es, para qué sirve y cómo funciona

Un globo meteorológico, también llamado sonda meteorológica, es una herramienta que se utiliza para estudiar la atmósfera. Básicamente, consiste en un globo de gran tamaño, normalmente fabricado con látex o caucho sintético, que se infla con helio o hidrógeno para hacerlo ascender a grandes alturas.

En la parte inferior del globo se coloca una radiosonda, que es un pequeño dispositivo equipado con sensores capaces de medir diferentes variables del aire, como la temperatura, la presión atmosférica, la humedad y, en muchos casos, la velocidad y dirección del viento. Toda esta información se transmite en tiempo real a estaciones en tierra, lo que permite a los meteorólogos analizar cómo cambian las condiciones atmosféricas a medida que se asciende en altitud.

Un globo meteorológico sirve, principalmente, para obtener datos de la atmósfera que son esenciales para la meteorología y la investigación científica. Su función es recoger información en tiempo real desde distintos niveles de la atmósfera, algo que no se puede lograr únicamente con estaciones en tierra o satélites.

Entre sus usos más importantes se encuentran:

• Mejorar los pronósticos del tiempo: los datos que transmite permiten a los meteorólogos conocer la evolución de tormentas, frentes fríos, huracanes o incluso anticipar fenómenos extremos como olas de calor o fuertes lluvias.
• Estudiar la atmósfera: al medir la presión, la temperatura, la humedad y el viento a distintas alturas, los científicos pueden entender mejor cómo se comportan las masas de aire y cómo afectan al clima.
• Seguridad en la aviación: la información sobre corrientes de viento y turbulencias en distintas capas de la atmósfera es de gran ayuda para planificar rutas de vuelo más seguras y eficientes.
• Investigación científica y ambiental: además de su uso en meteorología, los globos también se emplean para estudiar la capa de ozono, la contaminación atmosférica y otros aspectos relacionados con el medio ambiente.

El funcionamiento de un globo meteorológico es bastante sencillo en apariencia, pero muy útil en la práctica.

1. Inflado y lanzamiento: el globo, hecho de látex o caucho sintético, se llena con un gas más ligero que el aire, generalmente helio o hidrógeno. De esta forma puede elevarse y comenzar su viaje hacia la atmósfera.
2. Ascenso: a medida que el globo sube, el aire se hace menos denso y la presión disminuye. Por esa razón, el globo se va expandiendo poco a poco hasta alcanzar varios metros de diámetro. Puede llegar a alturas de entre 20 y 35 kilómetros.
3. Medición de datos: colgada del globo viaja una radiosonda, un pequeño aparato con sensores que registran la temperatura, la humedad, la presión atmosférica y la velocidad/dirección del viento. Todos estos datos se transmiten de manera inalámbrica a las estaciones en tierra.
4. Estallido y descenso: cuando el globo alcanza una altura donde ya no puede seguir expandiéndose, termina estallando. En ese momento, la radiosonda cae hacia la superficie, pero lo hace de forma controlada gracias a un paracaídas que evita daños en el equipo y reduce riesgos si cae cerca de personas o construcciones.

En algunos casos, si alguien encuentra la radiosonda, puede devolverla para que sea reutilizada. Otras veces queda inutilizada tras la caída.

Entre las principales mediciones de un globo meteorológico tenemos:

• Temperatura del aire: permite conocer cómo cambia el calor a distintas alturas, lo cual es esencial para detectar frentes fríos, corrientes en chorro o la formación de tormentas.
• Presión atmosférica: ayuda a identificar el comportamiento de las masas de aire y a elaborar mapas meteorológicos más exactos. Aquí puedes aprender más acerca de Qué es la presión atmosférica y cómo se mide.
• Humedad relativa: indica la cantidad de vapor de agua presente en el aire, un dato crucial para predecir lluvias, niebla o tormentas.
• Velocidad y dirección del viento: se obtienen gracias a sensores y al seguimiento por radar o GPS. Con esta información se pueden estudiar corrientes de aire, turbulencias y trayectorias de fenómenos como huracanes.

Los globos meteorológicos se lanzan de forma organizada en todo el mundo, siguiendo horarios y lugares estratégicos para que la información obtenida sea lo más útil posible.

Se suelen lanzar desde aeropuertos, bases militares, observatorios meteorológicos o centros de investigación, porque allí se cuenta con el personal y el equipo necesario para recibir y procesar los datos. Gracias a esta red global, se puede obtener un “mapa” de la atmósfera en diferentes puntos del planeta al mismo tiempo.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) establece que se hagan lanzamientos dos veces al día, a la misma hora en todo el mundo: a las 00:00 y a las 12:00 UTC. Así, la información recopilada sea comparable y sincronizada, lo que mejora la precisión de los modelos de predicción del clima.

Cuando explota, el globo desaparece, pero la radiosonda sigue intacta. Para evitar un impacto fuerte, está equipada con un pequeño paracaídas que frena su descenso. Gracias al paracaídas, la radiosonda baja de forma lenta y segura, minimizando riesgos si aterriza cerca de personas, construcciones o carreteras.

La radiosonda puede caer en cualquier lugar. Se han encontrado radiosondas en campos, montañas, mares o incluso ciudades. Muchos países incluyen en la radiosonda una etiqueta con instrucciones para que, si alguien la encuentra, pueda devolverla al servicio meteorológico. A veces se reutilizan, aunque en muchos casos quedan como material desechado. Lo importante es que, antes de explotar, el globo ya ha cumplido su misión de enviar información valiosa sobre la atmósfera.

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