Desierto del Sahara: dónde está, países, temperatura, animales e inundaciones

El desierto del Sahara se encuentra en el norte de África y es tan grande que ocupa gran parte del mapa de este continente. Se extiende desde el océano Atlántico, al oeste, hasta el mar Rojo, al este, y desde el mar Mediterráneo, al norte, hasta casi rozar la zona del África subsahariana por el sur.

En el mapa, lo puedes ubicar como una enorme franja de color amarillo o beige que atraviesa varios países, entre ellos Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Mauritania, Malí, Níger, Chad y Sudán. En conjunto, abarca unos 9 millones de kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en el desierto cálido más grande del mundo.

En este otro post puedes encontrar más información sobre Los desiertos más grandes del mundo.

El desierto del Sahara no está limitado a un solo país, sino que se extiende por gran parte del norte de África. En total, atraviesa once países de manera parcial o casi total, aunque hay zonas en los límites que van cambiando. Estos son:

• Marruecos – con zonas desérticas en el sur.
• Argelia – gran parte de su territorio está cubierto por el Sahara.
• Túnez – su parte sur se adentra en el desierto.
• Libia – casi todo su interior es desértico.
• Egipto – sobre todo en el oeste y sur del país.
• Mauritania – gran parte de su superficie es desierto.
• Malí – especialmente en el norte.
• Níger – el Sahara ocupa gran parte del territorio.
• Chad – con el desierto dominando la zona norte.
• Sudán – su parte más septentrional pertenece al Sahara.
• Sáhara Occidental – territorio en disputa, cubierto casi en su totalidad por el desierto.

El clima del desierto del Sahara es extremadamente árido. Esto significa que las lluvias son muy escasas y, en algunas zonas, pueden pasar años sin que caiga una sola gota de agua. Cuando llueve, suele ser de forma repentina y breve, lo que a veces provoca inundaciones rápidas en lugar de aportar humedad constante. Aquí puedes informarte más sobre Por qué no llueve en el desierto habitualmente.

En cuanto a las temperaturas, el Sahara es conocido por sus contrastes. Durante el día, en verano, los termómetros pueden superar fácilmente los 45 °C, llegando en algunas zonas a más de 50 °C. Sin embargo, por las noches la situación cambia radicalmente: el calor desaparece y las temperaturas pueden descender hasta cerca de los 0 °C, sobre todo en invierno.

Este contraste tan fuerte entre el calor abrasador del día y el frío nocturno se debe a la falta de nubes y vegetación, que en otros lugares ayudan a mantener una temperatura más estable. Además, el Sahara recibe una enorme cantidad de radiación solar, lo que lo convierte en una de las regiones más soleadas del mundo.

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La flora del desierto del Sahara es limitada debido a las duras condiciones climáticas, pero eso no significa que el desierto esté completamente vacío de vida vegetal. Al contrario, existen plantas que han desarrollado adaptaciones sorprendentes para sobrevivir con muy poca agua, soportar altas temperaturas y resistir los fuertes vientos que arrastran la arena. Muchas de ellas son esenciales no solo para el ecosistema, sino también para las comunidades humanas que viven en esta región.

Vamos a ver algunas de las especies más representativas:

Acacia del desierto

Las acacias son árboles resistentes que crecen en diferentes zonas del Sahara. Se distinguen por su tronco retorcido y sus pequeñas hojas, que reducen la pérdida de agua. Sus raíces profundas permiten alcanzar fuentes subterráneas de humedad, y además ofrecen sombra y madera a las poblaciones locales.

Palma datilera

La palma datilera es quizás la planta más famosa del Sahara, ya que se cultiva en los oasis. Sus frutos, los dátiles, son una fuente fundamental de alimento para quienes viven en el desierto. Además, sus hojas y troncos se utilizan en la construcción y en la elaboración de artesanías.

Hierba de camello

Es un tipo de gramínea que crece en suelos arenosos y secos. Se conoce popularmente como “hierba de camello” porque es un alimento habitual para estos animales, esenciales en la vida del desierto. Su capacidad para resistir sequías prolongadas la convierte en una planta clave en la flora sahariana.

Cactus y suculentas

Aunque no son tan abundantes como en otros desiertos, algunas especies de cactus y suculentas se encuentran en zonas específicas del Sahara. Estas plantas almacenan agua en sus tallos y hojas carnosas, lo que les permite sobrevivir en largos periodos de sequía.

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La fauna del desierto de Sahara es tan sorprendente como su flora, ya que ha logrado adaptarse a uno de los entornos más extremos del planeta. Los animales que habitan en esta región han desarrollado estrategias únicas para soportar la falta de agua, las altas temperaturas del día y el frío de la noche. Algunos son nocturnos para evitar el calor, mientras que otros almacenan agua o energía en su cuerpo para sobrevivir.

Vamos a ver a algunos de los animales más representativos:

Camello arábigo o dromedario

El camello arábigo es el símbolo por excelencia del Sahara. Su capacidad para almacenar grasa en la joroba y resistir varios días sin agua lo convierte en un aliado fundamental de las poblaciones nómadas. Además, puede recorrer largas distancias cargando grandes pesos bajo el sol abrasador.

Fennec o zorro del desierto

Este pequeño zorro es famoso por sus grandes orejas, que no solo lo hacen adorable, sino que también cumplen una función vital: disipar el calor corporal. El fennec es un animal nocturno, lo que le permite escapar de las altas temperaturas del día, y se alimenta de insectos, pequeños roedores y frutas.

Addax (antílope del desierto)

El addax es un antílope adaptado a la vida en el Sahara. Puede pasar mucho tiempo sin beber agua, obteniendo la humedad necesaria de las plantas que consume. Lamentablemente, se encuentra en peligro crítico de extinción debido a la caza y la pérdida de hábitat.

Escarabajo del desierto

Aunque no es tan llamativo como los mamíferos, el escarabajo del desierto tiene un papel esencial en el ecosistema. Algunas especies han desarrollado la capacidad de recolectar gotas de agua del rocío en su cuerpo, una adaptación clave para sobrevivir en un entorno con tan poca humedad.

Aunque parezca contradictorio, existen inundaciones en el desierto del Sahara, y se producen debido a las características extremas de su clima y de su terreno. En este desierto las lluvias son muy escasas, pero cuando ocurren, suelen ser repentinas, intensas y concentradas en poco tiempo.

El suelo del Sahara, al ser tan seco y compacto, no absorbe bien el agua. Esto provoca que, en lugar de filtrarse, el agua corra rápidamente por la superficie, formando corrientes y acumulándose en zonas bajas. Como consecuencia, se generan inundaciones repentinas, también conocidas como avenidas o crecidas súbitas.

Estas inundaciones pueden tener efectos tanto positivos como negativos. Por un lado, pueden destruir caminos, afectar a las comunidades nómadas y poner en peligro a personas y animales que se encuentren en la zona. Pero, por otro lado, también son una bendición para el ecosistema del desierto, ya que permiten la aparición temporal de vegetación, llenan los oasis y facilitan que la fauna tenga acceso a fuentes de agua.

El desierto del Sahara cumple un papel clave en el equilibrio del planeta. Sus tormentas de arena transportan millones de toneladas de polvo rico en nutrientes, como fósforo, que fertilizan suelos y selvas en lugares tan lejanos como la Amazonía. Además, influye en los patrones climáticos globales, regulando corrientes atmosféricas y temperaturas. También es importante su biodiversidad que, aunque adaptada a condiciones extremas, también aporta valor ecológico y cultural.

El Sahara enfrenta varias amenazas ambientales y humanas.

• El cambio climático intensifica la desertificación y aumenta las temperaturas extremas. Aquí puedes conocer más sobre los Efectos del cambio climático.
• La sobreexplotación de acuíferos y recursos naturales pone en riesgo la frágil biodiversidad.
• Además, la presión del turismo no regulado, la expansión urbana y los conflictos en algunos países de la región agravan la vulnerabilidad del ecosistema y de las comunidades que dependen de él.

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