Fosas oceánicas: qué son, cómo se forman, ejemplos y cuál es la más profunda

Las fosas oceánicas, también conocidas como fosas marinas, son depresiones estrechas y alargadas que se encuentran en el fondo del océano. Son algunas de las formaciones más profundas y misteriosas de nuestro planeta. Se forman en zonas donde una placa tectónica se desliza por debajo de otra, en un proceso conocido como subducción. Este movimiento hace que el suelo marino se hunda y dé lugar a estas enormes cavidades.

Las condiciones son extremas: la oscuridad es total, las temperaturas son muy bajas y la presión es inmensa. Aun así, la vida ha encontrado la forma de adaptarse, y en su interior habitan criaturas que todavía resultan sorprendentes para la ciencia.

¿Cuál es la diferencia entre una fosa oceánica y una dorsal oceánica?

Una fosa oceánica es una depresión muy profunda en el fondo del océano que se forma cuando una placa tectónica se hunde bajo otra en un proceso llamado subducción. Estas fosas suelen estar cerca de los bordes continentales y representan las zonas más profundas del océano.

Por otro lado, una dorsal oceánica es una cadena montañosa submarina que aparece donde dos placas tectónicas se separan, permitiendo que el magma ascienda y forme nueva corteza oceánica. Las dorsales se encuentran generalmente en el centro de los océanos y son áreas de formación constante de fondo marino.

En resumen, las fosas son hundimientos profundos causados por la subducción, mientras que las dorsales son elevaciones formadas por la creación de nueva corteza al separarse las placas.

Las fosas oceánicas tienen una serie de características que las hacen únicas dentro del paisaje submarino.

• En primer lugar, destacan por su gran profundidad, ya que suelen encontrarse a más de 6.000 metros bajo el nivel del mar, y algunas, como la fosa de las Marianas, superan los 11.000 metros. Esta profundidad genera un entorno muy distinto al de otras zonas del océano.
• Una de las principales características es la presión en una fosa oceánica. A medida que se desciende en el océano, la presión aumenta considerablemente, y en el fondo de una fosa puede ser más de mil veces mayor que la presión atmosférica al nivel del mar. Esta presión extrema hace que solo ciertos organismos muy adaptados puedan sobrevivir en esas condiciones.
• Otra característica importante es la temperatura en una fosa oceánica, que suele ser muy baja, generalmente cercana a los 0 °C. Debido a la falta de luz solar y a la gran profundidad, el agua en estas zonas permanece fría durante todo el año, lo que también influye en el tipo de vida que puede desarrollarse allí.
• Además, las fosas oceánicas suelen estar rodeadas de actividad geológica. No es raro encontrar en sus cercanías terremotos submarinos y, en algunos casos, volcanes submarinos. Estas formaciones son testigos silenciosos de los movimientos de las placas tectónicas que han moldeado la Tierra durante millones de años.

Las fosas oceánicas se forman a través de un proceso geológico conocido como subducción, que ocurre en los límites de las placas tectónicas. La litosfera terrestre está dividida en grandes bloques que se mueven lentamente sobre el manto. Cuando dos placas tectónicas se encuentran, puede suceder que una de ellas, generalmente la oceánica por ser más densa, se deslice por debajo de la otra y se hunda en el manto terrestre.

Este descenso de una placa bajo otra crea una profunda hendidura en el fondo del océano: una fosa oceánica. El proceso no es rápido ni sencillo, sino que puede tardar millones de años en desarrollarse, pero a lo largo del tiempo va moldeando el relieve del fondo marino.

Un ejemplo claro de este tipo de formación es la ya mencionada fosa de las Marianas, que se formó cuando la placa del Pacífico comenzó a subducirse bajo la placa de las Marianas. Esta interacción tectónica sigue activa hoy en día, lo que significa que la fosa continúa cambiando lentamente con el paso del tiempo.

Además de generar fosas, la subducción también puede provocar terremotos y formar cordilleras submarinas o arcos de islas volcánicas en las cercanías. Por eso, muchas fosas se encuentran en regiones con alta actividad sísmica y volcánica, como el llamado Anillo de Fuego del Pacífico.

La fosa oceánica más profunda del mundo es la fosa de las Marianas, ubicada en el océano Pacífico occidental, al este de las islas Marianas. Dentro de esta fosa se encuentra el punto más profundo conocido de los océanos: el abismo Challenger, que alcanza una profundidad aproximada de 11.034 metros bajo el nivel del mar, aunque algunas mediciones recientes la sitúan ligeramente por encima o por debajo de esa cifra. Para tener una idea de su magnitud, si colocáramos el monte Everest (con sus 8.848 metros de altura) dentro del abismo Challenger, aún quedarían más de 2.000 metros de agua por encima de su cima.

La fosa de las Marianas es un lugar extremadamente inhóspito. La presión en una fosa oceánica como esta es descomunal, más de 1.000 veces la presión atmosférica. Además, la temperatura en una fosa oceánica como la de las Marianas ronda los 1 o 2 °C, lo que contribuye a un entorno frío, oscuro y de altísima presión donde la vida solo es posible para organismos altamente especializados.

Además de la famosa fosa de las Marianas, existen muchas otras fosas oceánicas en el mundo que también alcanzan profundidades impresionantes y forman parte de las zonas más activas y complejas del fondo marino. Estas formaciones están distribuidas principalmente en los océanos Pacífico y Atlántico, y todas se originan por el mismo proceso de subducción tectónica:

• Fosa de Tonga: ubicada en el Pacífico Sur. Es una de las fosas oceánicas más profundas, con una profundidad que supera los 10.800 metros, lo que la convierte en la segunda más profunda del planeta después de la de las Marianas.
• Fosa de Filipinas: también se encuentra en el Pacífico occidental y alcanza profundidades cercanas a los 10.500 metros. Esta zona es altamente sísmica y volcánica debido al constante movimiento de las placas tectónicas en la región.
• Fosa de Puerto Rico: se encuentra en el océano Atlántico y es la más profunda de ese océano, con aproximadamente 8.400 metros de profundidad. Esta fosa no solo es importante desde el punto de vista geológico, sino que también representa un área de riesgo sísmico para las islas cercanas.

Otros ejemplos notables incluyen la fosa de Kermadec (Nueva Zelanda), la fosa de Java (Indonesia) y la fosa de las Kuriles (Rusia), todas ellas pertenecientes al llamado Anillo de Fuego del Pacífico, una región que concentra muchas de las fosas oceánicas más profundas del mundo.

Las fosas oceánicas albergan una fauna única adaptada a condiciones extremas: oscuridad total, temperaturas cercanas al punto de congelación y una presión aplastante. A pesar de estas dificultades, muchos organismos han evolucionado para sobrevivir en estas profundidades. Entre los animales más representativos se encuentran los peces abisales, como el pez dragón y el pez víbora, así como diversas especies de crustáceos, gusanos marinos y moluscos. También se han descubierto anfípodos gigantes y microorganismos extremófilos que viven en los sedimentos del fondo. Muchos de estos seres tienen cuerpos gelatinosos, bioluminiscencia y mecanismos de caza muy especializados, ya que deben aprovechar al máximo los escasos recursos disponibles.

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Las fosas oceánicas, aunque alejadas de la superficie, no están exentas de riesgos tanto naturales como provocados por el ser humano.

• Actividad sísmica y volcánica: las fosas se encuentran en zonas de subducción, donde pueden producirse terremotos submarinos y erupciones volcánicas que, a su vez, pueden generar tsunamis.
• Condiciones extremas: la enorme presión, la oscuridad total y las bajas temperaturas hacen que explorar estas zonas sea extremadamente difícil y peligroso para la tecnología humana.
• Contaminación humana: a pesar de su profundidad, se han encontrado residuos como plásticos, microplásticos y metales pesados en muchas fosas oceánicas, afectando a la fauna abisal.
• Impacto ambiental desconocido: alterar estos ecosistemas tan frágiles y poco estudiados podría tener consecuencias negativas para el equilibrio del océano, incluso si aún no comprendemos del todo su alcance.

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